En todo trabajo, el equipo de compañeros con los que te toca trabajar es fundamental para sentirse a gusto y lograr proyectar la carrera profesional. Un trabajo en donde los compañeros fomentan un clima de respeto compartido, de mentalidad abierta, de apoyos mutuos, realmente, como dice el anuncio publicitario, no tiene precio.

La realidad con la que convivimos es, frecuentemente, muy diferente. Así nos proponemos mostrar algunas tipologías de conductas malsanas en el ámbito de los compañeros de trabajo. Son personas que vayas donde vayas es posible y probable que te las encuentres y, en el caso de que no exista un liderazgo muy centrado en las personas, es probable que lo más sensato sea cambiar de trabajo, antes de que nos volvamos locos o acabemos peor. Este breve muestrario está inspirado en un artículo de Suzanne Lucas publicado en Money Watch.

Perfiles de pesadilla:

El/la exhibicionista. Es una persona que dispone de un concepto del pudor muy alejado al de los demás y que, difícilmente respeta el círculo privado de intimidad, pues siempre lo invade. Una vez me relataron que en una empresa había  una persona que se paseaba siempre desnuda por el vestuario más allá de lo razonable después de tomar una ducha al acabar el trabajo. Nunca llegó a ir más allá, pero era realmente molesto, por no decir otra palabra más altisonante. También es el perfil que cuando alguien habla de heridas, no tiene manía alguna en enseñar las cicatrices en los lugares más recónditos de su cuerpo.

La/el oloroso. Suelen ser personas que no se dan cuenta del malestar que producen a su alrededor debido al mal olor que desprenden. Y, por supuesto no estamos hablando aquí de aquellas personas que, por desgracia, sufren algún tipo de enfermedad que tiene como consecuencia olores desagradables. No, hablamos de personas que disponen de una reglas higiénicas insuficientes o que no dejan de deleitarnos con su eau-de-nicotine allá por donde pasan, siendo más gravoso que el olor de un barracón militar después de unas maniobras (los que hayan hecho la mili sabrán de lo que hablo), hiriendo sin remedio la pituitaria.

El/la hijo/a del dueño. Tener como compañero de trabajo al hijo o hija del dueño es, en algunos casos, como un dolor de muelas. Si resulta que la persona en cuestión, además, no le gusta el trabajo, estás apañado. Hagas lo que hagas, estar en medio de la línea de fuego tiene un tremendo peligro. Si llega tarde y te pide que mientas al propietario, ¿Qué haces? Si hace algo mal, ¿a quién le van a echar las culpas? ¿Quién va arreglar todos los desaguisados que haga?

La enferma/o imaginaria/o: Son aquellos compañeros/as que pasan más tiempo de baja por enfermedad que trabajando, con enfermedades extrañas, duraciones dilatadísimas y que gozan de una mala salud de hierro. Me acuerdo de un caso concreto en el que uno de los compañeros alegaba una extraña alergia para evitar su turno de lavar los enseres del coffee break en la sala de descanso de la oficina que atendíamos por riguroso turno. En estos perfiles, las enfermedades son innumerables y rarísimas.

El ladrón/a. Es realmente molesto sufrir este tipo de compañeros. Empiezan con los bolígrafos y acaban hasta con las plantas de la oficina. Hay que dejarlo todo bien cerrado, porque a la mínima de cambio te desaparece hasta la ropa interior. Además suelen aparecer como gente maja, enrollados y suelen estar en buena armonía con el jefe. Amén de que son hábiles y muy difíciles de pillar con las manos en la masa.

El/la sectario. Nos referimos literalmente a las personas que pertenecen a una secta religiosa, o son fanáticos de un deporte, de la política, etc., es decir son monotemas. Todavía me acuerdo de uno de mis primeros trabajos en el que mi compañero era de una secta religiosa con unas convicciones a prueba de bomba y de cualquier lógica. Era buen trabajador, pero empezó a realizar proselitismo a ver si me convertía. Fue horrible. Por fin pude llegar a un acuerdo con él: durante la jornada laboral no hablaríamos ni de política, ni de religión, sólo de cosas banales. Fue mi salvación.

El acosador/a. Este es el peor especimen de todos. Suele detectar a sus víctimas de forma certera. Se centra en personas que no les gusta el conflicto, que no quieren discutir y, ahí empieza una labor de acoso y derribo que nunca acaba bien. Suelen ser, además, manipuladores y, por qué no decirlo, son una subespecie de los psicópatas. En caso de hallarse ante uno de estos perfiles y ante el menor síntoma de acoso, deberá ponerlo de manifiesto a través de los canales adecuados de la empresa. De no existir dichos canales o no haber interés por parte de su directo superior en mediar en el conflicto, lo más recomendable es cambiar de trabajo, antes de que en un mal día hagamos algo que luego lamentemos durante mucho tiempo.

Hay otros perfiles igualmente desagradables de compañeros que nos complican la vida, pero me gustaría compartir con todos vosotros/as vuestras experiencias en este sentido y pusiéramos de relieve más ejemplos de compañeros/as indeseables.

Saludos,

Albert García Ordóñez