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No, no es fácil ser pupilo en estos días. La crisis, sempiterna y presente en todo instante, el mercado cada vez más difícil, por complejo y competitivo, y las posiciones directivas cada vez más difíciles, por lo efímeras, en ocasiones, porque todo, cada vez más, es menos duradero, más cambiante e ir con los cambios no es fácil, requiere una velocidad de vértigo y constante aprendizaje, de desaprendizaje y reaprendizaje  y totalmente incrustado en el ADN del sujeto.

Por ello, encontrar a un mentor adecuado no es fácil, como tampoco lo es ser pupilo, porque no nos olvidemos que quién tiene la responsabilidad del proceso de aprendizaje es el pupilo, no el mentor. Se acompaña un vídeo sobre el tema, publicado en el Wall Street Journal, el cual inspira este artículo.

Así, los profesores Kathy E. Kram and Monica C. Higgins nos proponen un modelo diferente al tradicional de una relación de mentoring. En lugar de buscar a una persona como guía, el pupilo debería construirse una red de mentores, buscados desde todas las áreas de su vidas personal y profesional para conseguir ampliar el rango de consejos e información que le sean de utilidad para su progresión personal y profesional.

El pupilo inteligente deberá, como hitos fundamentales, de acuerdo con los autores relacionados:

a) Ser proactivo en la búsqueda del mentor.  No esperar a que alguien con experiencia y conocimientos le de un golpe en tu hombro y le acoja bajo sus alas. Hay que buscar, conversar con muchas personas, verificar las que nos pueden ayudar y si disponen de tiempo y competencias para ello. Construir una red de contactos que sean de utilidad para disponer de un abanico de posibles mentores en las diferentes áreas que podamos necesitar su ayuda.

b) Tendrá que saber leer entre líneas, para distinguir aquellas personas que realmente quieren ser mentores y tienen la vocación y los medios para ellos, de aquellos que, aunque excelentes profesionales y/o directivos no están preparados o no desean ser mentores. E incluso los mentores pueden ser colegas, siempre y cuando puedan aportar al desarrollo del pupilo.

c) Deberá trabajar duro. El pupilo no debe olvidar que la responsabilidad del proceso de aprendizaje le corresponde a él. Tendrá que esforzarse, hacer trabajo extra, recorrer la milla extra, como dicen los americanos. Tendrá que realizar, en muchas ocasiones, trabajo en casa, para preparar reuniones, para profundizar en temas que le sean de interés para su desarrollo e incluso para superar las dificultades que les serán interpuestas por sus mentores a fin de que ejercite su capacidad de resolución de problemas y toma de decisiones.

d) Confiar en sus mentores compartiendo informaciones sensibles. A nadie nos gusta hablar de nuestras debilidades, pero si queremos realmente progresar, esto es algo que debemos hacer con nuestros mentores. Tenemos que confiar en ellos, de lo contrario la relación de mentoring fallará en uno de sus pilares: la construcción de una relación de confianza entre mentor y pupilo.

e) Tener capacidad para saber aprovechar el feedback que nos ofrezcan nuestros mentores. Deberán disponer de empatía, capacidad de escuchar activamente, competencias y habilidades fuertemente desarrolladas para gestionar conflictos, que les permitirá gestionar adecuadamente los desacuerdos y desencuentros.

f) Y, por último, tener una actitud positiva, que permita hacer frente a las adversidades y aprovechar todas las oportunidades que se le aparezcan. No todos somos líderes carismáticos, fuertes y mediáticos, así que debemos sustituir esas características por la actitud positiva y, sobre todo, la humildad, para disponer de la capacidad de pedir ayuda cuando la necesitemos.

Por tanto, no es fácil ser pupilo en los tiempos que corren, pero, los pupilos inteligentes tienen ahora más que nunca, enormes posibilidades para recibir la guía de aquellos mentores que les permitan progresar en su carrera profesional de una forma sostenible y progresiva.

Saludos,

Albert García Ordóñez

 

 

En estos tiempos convulsos, complejos y cambiantes que nos ha tocado vivir, emerge un proceso cada vez más importante dentro de las organizaciones y empresas: la del mentorship. Cuando nos referimos al proceso de mentoring o mentorship, nos estamos refiriendo a procesos donde se aprende a compartir y colaborar, donde se da soporte a los que van a ser los líderes del mañana y donde se establecen relaciones significativas, tanto para los participantes del programa como para la organización que lo ha establecido.

De acuerdo con un artículo publicado por la Wharton Business School, el 71% de las empresas comprendidas en el top 500 del ránking de la revista Fortune tienen establecido un programa de mentoring y los beneficios del programa, según la misma institución, son recíprocos, es decir tanto para el mentor como para el pupilo (y, personalmente añadiría algo obvio, también para las empresa y organizaciones que disponen de dichos programas los beneficios son claros).

En un estudio publicado en el año 2006 por la firma de investigación Gartner en el que analizó los efectos del programa de mentoring de la empresa Sun Microsystems entre más de 1.000 empleados, se revelaron conclusiones más que interesantes:

  • El 25% de los empleados que participaron en el programa de mentorship habían alcanzado un nivel salarial superior. Mientras que los que no habían participado sólo el 5% alcanzo dicho nivel superior.
  • En cuando a las promociones, los que habían participado en el programa de mentoring habían promocionado seis veces más que los que no habían participado, esto respecto a los mentores. En cuanto a los pupilos, el ratio era cinco veces más.
  • En cuanto a la fidelización de los empleados, las tasas de retención de los mentores y pupilos (69 y 71%, respectivamente) eran claramente superiores a los que no participaron en dicho programa.

De forma sucinta vemos, claramente, las ventajas que para las empresas tienen los programas de mentoring. Es un proceso que ayuda a las empresas a convertir a sus empleados potenciales en verdaderos talentos, con todo lo que supone de beneficios para la compañía (ahorro de costes en procesos de selección externos, los costes de adaptación de los recién llegados, etc.). Pero es que los beneficios son para todas las partes intervinientes en el proceso. Para el pupilo, porque le ayudan a desarrollarse profesionalmente, lo que se convierte en un compromiso firme hacia la organización. Para el mentor, el proceso de ayudar a otros es altamente gratificante, dándole sentido a tu trabajo y siendo una potente herramienta motivadora. A la vez esto incide en todas las relaciones dentro de la compañía, lo que puede contribuir a un mejor clima y es un proceso en el que se da un círculo virtuoso cuando el antiguo pupilo se convierte a su vez en mentor.

De hecho en los EE.UU. cuando un empleado está buscando un nuevo proyecto profesional, una de las cosas más valoradas es que la compañía disponga de un programa de mentoring, porque ello es sinónimo de clara posibilidad de desarrollo.

Siempre recuerdo una anécdota que me ocurrió en una de las compañías para las que trabajé. Era mi primer día de trabajo y, normalmente, tu jefe ejerce de mentor, explicando las líneas maestras de la empresa y presentándote a las personas clave con las que te vas a relacionar. Pues bien, me presenté en las oficinas corporativas a primera hora ( mi puesto de trabajo estaba situado en un centro fabril) poniéndome a su disposición. Me tuvieron esperando dos horas en una sala de reuniones dos horas al término de las cuales me pude reunir con mi jefe. Tras una breve perorata o soflama (según se mire) me preguntó si sabía ir hasta el centro fabril, a lo que contesté que por supuesto (en realidad no las tenía todas conmigo y no existían GPS) tras lo cual me deseó mucha suerte y se  despidió.

Cuando me viene a la memoria esta anécdota profesional, le doy aún más valor a los programas de mentoring, por favor, ¡pongan un programa de mentoring en sus organizaciones! Su cuenta de resultados se lo agradecerá.

Saludos

Albert García Ordóñez